Roberto Gonzalez
La perla del Tarragonés
Muy cercana al mar y al tiempo pendiente de las huertas y los campos, Altafulla tuvo su época de mayor auge entre los siglos XVII y XVIII, cuando el comercio de productos agrícolas con la creciente América estaba en su apogeo.
Fue en este momento, cuando gracias al dinero que entraba generosamente en las arcas públicas y privadas del pueblo, se decidió restaurar y conservar dos de sus edificios medievales más destacados, la iglesia y el castillo.
Ambos eran y son propiedad de los marqueses de Tamarit, símbolos feudales del siglo XI, y parece que hubieran estado ahí desde siempre, como si hubieran nacido de la misma roca.
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