Una iglesia inusual
Cuando en 1520 los duques de Arcos recibieron el encargo real de repoblar estos parajes rápidamente muchos vecinos de Zahara de la Sierra bajaron de su monte y se asentaron en las estribaciones de la Sierra de Líjar, donde abunda el agua. Ante el asentamiento espontáneo pronto se notó la falta de una parroquia donde realizar los sacramentos, pues incluso los enterramientos tenían que llevarse a Zahara. De ahí que en 1566 el papa Pío V firmase una bula autorizando la construcción de una pequeña parroquia en la aldea de Algodonales.
Pero no fue hasta 1617 en que dicha parroquia entró en funcionamiento. Estaba dedicada a la Virgen María, tal cual consta en una lápida que puede contemplarse en un lateral de Santa Ana. La idea estuvo bien pero insuficiente para la población de la aldea por lo que en sólo dos años se planteó a los duques de Arcos, señores de la zona, la necesidad de ampliar la parroquia. Para colmo Zahara de la Sierra presentó un pleito contra Algodonales temiendo perder su pedanía.
